En respuesta al neoliberalismo proceso nefasto para todos nuestros pueblos, las organizaciones mas representativas de campesinas, campesinos, indígenas y negras de América Latina, empezamos en 1990 un proceso de unidad para oponernos al neoliberalismo y crear propuestas alternativas en medio de la globalización, que es un hecho en el mundo contemporáneo. Un primer acercamiento lo realizamos a propósito del proceso que emprendimos en torno al programa de “Resistencia Indígena y Popular” a los 500 años de invasión española. Esta experiencia nos permitió conocernos e intercambiar experiencias, de manera que logramos entre el 21 y 25 de febrero de 1994, reunirnos en Lima, Perú, en un primer Congreso, de lo que denominamos la “Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo”, CLOC. Participamos 238 delegados de 84 organizaciones de 18 países de América Latina y tres de Europa. Allí estuvieron las organizaciones más importantes de Colombia, Bolivia, Perú, Chile, Paraguay, Brasil, Argentina, Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Haití, Panamá y México. Asistieron invitados de Europa. Por Ecuador participamos la FENOCIN, la CEDOCUT y FENACLE.
En este Congreso se pusieron en debate siete grandes temas, que incorporaron importantes cambios en los programas de lucha de las organizaciones campesinas latinoamericanas, para responder con creatividad a la nueva situación impuesta por el neoliberalismo y la globalización. Fue muy importante el peso que se le otorgó a la lucha indígena, a la interculturalidad, el desarrollo sostenible, la incoporación de los derechos de la mujer y la juventud. También se otorgó importancia a los viejos temas como la tierra, el empleo, las políticas agrarias, la integración, pero esta vez, se las comenzó a mirar desde una nueva perspectiva.
- El tema de la tenencia de la tierra de los campesinos, se lo entendió desde una triple perspectiva: como un problema de justicia y equidad “no más tierras en pocas manos, ni muchas manos sin tierra”; la tierra como territorio irrenunciable de identidad; y la tierra como parte de los derechos humanos. Se planteó la nueva necesidad de una verdadera reforma agraria con profundos cambios en las estructuras sociales y productivas y una legislación campesina que garantice la forma de propiedad social y la conducción directa de la tierra. En este punto, la nueva perspectiva enfocó el problema de la tierra, como un problema de identidad (como territorio) y como un problema de derechos humanos.
- El tema de las políticas estatales de apoyo al productor campesino, especialmente: crédito, asistencia técnica, investigación, mercados seguros, precios justos para sus productos, seguro agrícola y servicios básicos. Este tema, planteado ya en el tiempo de los “estados benefactores” comenzó a replantearse, abandonando el carácter asistencial, para buscar la incorporación de los campesinos a los mercados con precios justos. El planteamiento era todavía muy incipiente.
- Surgió la idea de impulsar la integración económica desde nuestras organizaciones a nivel local , regional, nacional, como a nivel de América Latina, como contra réplica a la globalización neoliberal. Esta es una idea absolutamente innovadora, pero por el momento bastante general.
- Se planteó el nuevo paradigma de trabajar por una agricultura autosustentable que mejore la calidad de vida de la población, el uso racional de los recursos naturales y la preservación de los recursos genéticos. Apareció ya el nuevo paradigma humano, de plantearse el desarrollo no solo como un problema de equidad, sino de relación armoniosa con la naturaleza y los recursos naturales. La relación entre los nuevos movimientos ambientalistas con el movimiento campesino e indígena, fue dinámica y natural, puesto que los campesinos e indígenas, siempre habíamos tenido concepciones ambientalistas.
- Se abogó de manera sostenida por buscar en todo momento la unidad de los indígenas y campesinos, situándonos en una perpectiva intercultural y no en un etnicismo unilateral y divisionista. Esta perspectiva intercultural de ninguna manera soslaya el problema indígena, todo lo contrario, se planteo luchar indeclinablemente por la aprobación del proyecto Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas en la ONU; que la educación responda a su realidad de transformación y desarrollo integral del campo y que afirme los valores culturales de las comunidades campesinas y pueblos indígenas; difusión, capacitación y revaloración de la medicina tradicional; y se llamó a todas las organizaciones sociales, a los investigadores, a los medios de comunicación y a las iglesias para que apoyen todos nuestros esfuerzos para lograr la unidad de los indígenas del continente. Esta perspectiva intercultural, constituye una posición de avanzada de los campesinos latinoamericanos, que intenta salidas creativas y no convencionales a la situación de multiculturalidad de nuestras sociedades
- Se incorporó en la reflexión las dimensiones de género y generacionales. Declaramos que la lucha de las mujeres del campo es lucha de todos estamos contra la discriminación y violencia contra la mujer. Se destacó que la niñez y juventud deben tener mejor atención en cuanto a garantizar su alimentación, educación, salud, recreación y seguridad, que no hayan niños explotados ni juventud sin empleo. Esta es una posición realmente nueva, que cuestiona al liderazgo tradicional que era fuertemente machista e integrado exclusivamente por adultos; y
- Se planteó la necesidad de readecuar nuestras formas de organización tomando en cuenta los cambios políticos y económicos impuestos por el Neoliberalismo, al mismo tiempo que fortalecer la economía de las organizaciones campesinas, para acentuar nuestra autonomía frente al estado, ONGs, Iglesias y partidos políticos. El campesinado latinoamericano, intuía ya en ese momento que, se necesitaban severos cambios en nuestras organizaciones para responder a las nuevas situaciones, sabíamos que si no lográbamos readecuar nuestras posiciones quedaríamos rezagados de la historia.